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Pasajes de bus

Pasajes de bus

Durante un tiempo no sabía cómo refutar la idea de quienes se oponían al alza de pasajes de bus, diciendo: «les autorizaremos alza cuando mejoren el servicio».  Respondía que era un círculo vicioso, un Catch-22; es imposible mejorar el servicio sin subir los pasajes.

Al principio se me ocurría una reductio ad absurdum, usando otros bienes y servicios como ejemplo.  Imaginemos que el gobierno fija precio máximo a los celulares: $30.  Por ese precio sólo puedes comprar un teléfono “feature”, un teléfono con radio, linterna y reproductor mp3, nada más; por ese monto NO puedes comprar un smartphone.  La gente empieza a quejarse que los teléfonos inteligentes no se hallan ya en las tiendas; sólo teléfonos baratos de tecnología obsoleta.  ¡Pero la gente tonta sigue apoyando el control de precios!  «Permitiremos la subida de precios de celulares, cuando veamos que los iPhones se vendan a $30.  No antes».  Eso es imposible; los iPhones tienen un precio mucho mayor; una cosa no puede mágicamente convertirse en otra, ¡y esperar que la ley lo haga, es creer mágico al estado!

Otro ejemplo: hemos visto a tinterillos ofrecer sus servicios legales en pasillos de las cortes.  Muchos no son abogados, sólo saben hacer trámites o tienen “contactos” en los tribunales.  Imaginemos que gobierno pone control de precios a los honorarios de abogados!  «No pueden ganar más que el salario básico, por hora», dice la nueva ley.  ¡Eso no es ni siquiera lo que gana un tinterillo por sus “servicios”!  ¿Esa ley garantizaría acceso a servicios legales de calidad (que sabemos son caros), o más bien lo contrario?  Los abogados de élite emigrarían o se dedicarían a otra cosa.  «Permitiremos subir los honorarios, cuando los tinterillos sin título ni estudios provean un servicio de calidad similar a los abogados de élite», dicen los mentecatos, sin darse cuenta que eso es imposible e irracional.

Una cosa no puede convertirse en otra; ¡por algo será que los médicos brujos son más baratos que los doctores especialistas!  Los controles de precios sólo prohíben que se ofrezcan bienes y servicios de calidad; obligan a ofrecerlos clandestinamente; impiden la segmentación de mercado (que se ofrezcan diferentes calidades, a diferentes precios) y aseguran un monopolio para únicamente los proveedores de peores calidades.  ¡Así no se mejoran los servicios!

Es así que la violencia gubernamental no puede mejorar casi nada, pero sí puede empeorar muchas cosas!  No sólo eso, sino que la creencia religiosa en “los poderes mágicos” del político y burócrata entontece a la gente.  Apenas alguien sale con que “el gobierno debería…”, sé que dejó de pensar hace mucho.

Otro ejemplo es el alcalde de Durán [V.].  Reconoce que la compañía de agua potable no tiene suficientes ingresos (no cobra a la mayoría de quienes reciben el servicio, y a los que sí, cobra demasiado barato); ni siquiera cobra lo suficiente para pagar nómina; y admite que sus asesores lo animan a subir lo que cobra por el agua, pero se niega a hacerlo, ya que «el suministro no es confiable y la presión es baja».  Trata de imaginarte la estupidez: reconoce que el servicio es malo porque cobra muy poco, pero se niega a cobrar más porque el servicio es malo, y recién subirá cuando el servicio mejore, lo cual no puede hacer porque cobra muy poco…  ¡Una situación Catch-22 irracional!  Y eso que el alcalde es profesional en Negocios y Finanzas.  ¿Qué les enseñan?

Un vídeo de TikTok mostraba que en El Salvador —donde también usan dólares— buses destartalados cobraban 50¢; es imposible por lo tanto que Metro quiteño sea rentable cobrando sólo 45¢.  Bueno, posible sí es, de hecho es lo que ocurre; lo que sí es imposible, es que cobrando eso puedan darle mantenimiento o pagar a los empleados.

Una rápida búsqueda nos muestra que en 1996 el recién inaugurado “Trole” quiteño cobraba S/.600, cuando el salario mínimo era S/.95.000; es decir, el pasaje del Trole costaba 0,63% de un salario mínimo.  Eso equivaldría a $2,90 hoy!, y eso que el país era mucho más pobre hace 28 años.  Con esos precios, tanto Metro como Trole serían rentables!  Pero somos demasiado cobardes para mantener los precios iguales, ajustando a inflación, no se diga cobrar más por un servicio de mejor calidad.

La Metrovía en Guayaquil inició operaciones en 2006, cuando salario mínimo era de $160.  Para mantenerlo indexado al salario mínimo, el pasaje debería ser 72¢; curiosamente muy similar a lo que cobra la Aerovía, a la que afortunadamente se le permite en el contrato ajustar sus precios a la inflación.

De ahí que no resulte asombroso que servicio se deteriore, ¡si por culpa de la inflación se está pagando la tercera parte que hace 18 años!  Pagando menos, NO se puede mantener ni siquiera igual el servicio, peor mejorarlo.

Sería injusto exigir a un trabajador el mismo servicio, si le bajamos el sueldo a una tercera parte; sería injusto exigir la misma cantidad de arroz, si sólo pagamos la tercera parte de lo que vale, si pretendiésemos pagar hoy con precios de hace 18 años.  Todos los precios han subido, incluyendo salarios; pero irracionalmente esperamos que los pasajes de bus permanezcan estáticos eternamente.  ¡Si pedimos algo irracional e imposible —un servicio de buses decente, pagando sólo ⅓ de lo que cuesta— no debería asombrarnos que no lo consigamos!  


Podemos hacer el cálculo similar con la “canasta básica”, que al dolarizar a principios del año 2000 estaba, digamos, en $200 ([V. pág. 2].  Los pasajes entonces se fijaron en 20¢; en 2003 cuando la canasta ya había aumentado un 60%, recién se aumentaron a 25¢; debió haber sido a 32¢.

La canasta básica a finales del 2024 está en ~$800; es decir, cuatro veces más; por lo tanto, los pasajes, tan sólo para mantenerlos igual que antes ajustando a inflación, deberían estar en alrededor de 80¢; casualmente lo que cuesta la aerovía en Guayaquil.


A mayor abundamiento: el Transmilenio bogotano al momento de escribir esto cuesta 3.200 pesos [V.], lo que equivale a 77¢. A ese precio la Metrovía, los buses sí serían rentables y podrían prestar mejor servicio. En Portoviejo me cuentan que con trayectos cortos, los buses cuestan 40¢. Ambas ciudades han de tener ingresos similares a los nuestros. ¿Por qué tanto miedo de poner las tarifas a su costo real?

Más ejemplos: un reciente artículo de Infobae muestra cómo han quedado los pasajes luego de la reciente subida:
nuevas tarifas buses argentina
En Bs.As. (AMBA) sí está subsidiado, los 371 ARS que cuesta equivalen a 35¢; pero en el resto del país promedia un dólar, e incluso hasta $1,50 en Bariloche. Y esto ocurre incluso en zonas que tienen ingresos bajos, entre US$ 60-80 —como Formosa, Resistencia, Corrientes, Rawson—, bastante menores a la línea de pobreza argentina (~US$250, [V.]).

¿Conclusión?  El pueblo puede costearse un mejor servicio de transporte; de hecho, ya ha sucedido antes aquí en el país, y ya ocurre en otros países; y el servicio no mejorará si no se suben los pasajes para mantenerlos iguales al aumento de inflación. Pero parece que es algo muy difícil de entender.


ACTUALIZACIÓN A AGOSTO 2025:  Según datos difundidos, el pdte. Petro de Colombia no lo ha hecho tan mal económicamente [V.].  Mas no quería fijarme en eso, sino en una de las estadísticas al final: antes de Petro el salario mínimo en Colombia compraba 377 pasajes en Bogotá, y ahora 445.  Suponiendo estos datos como ciertos, pasémoslos a nuestra realidad.

Teniendo en cuenta nuestro salario mínimo artificialmente alto —muy por encima del ingreso promedio, como hemos denunciado antes—, tomando como referencia el ingreso promedio del sector privado ecuatoriano (~$250 mensuales), si lo dividimos por un promedio de 400 pasajes, nos daría que debería costar 63 ctvs.  Si tomamos el ingreso promedio del ecuatoriano (incluyendo burócratas), que es de unos ~$350 mensuales, nos daría que cada pasaje debería costar 88ctv., que se acerca bastante al dólar que cuesta el metro de Medellín.  Si tomáramos ya el salario mínimo oficial de $470, el pasaje ya debería costar $1,17, acercándose a los pasajes de las anteriormente mencionadas zonas pobres de Argentina.

Con esos precios indudablemente se podría brindar un servicio de mejor calidad, y extender el metro de Quito hacia ambos extremos, y a los valles.  Varias veces he sostenido que el ejecutivo quiteño sólo dejará su auto si le garantizan ir sentado o mínimamente cómodo en hora pico.  Con estos precios sí resultaría rentable sacar más unidades en hora pico y se lograría descongestionar las calles de tanto auto.  Pero se requiere decisión por parte de las autoridades municipales; están ahí para tomar las decisiones difíciles, no para "caerle bien al elector", pensando en su futura reelección.

Hace unos años el alcalde Nebot quería gastarse seis millones "consultándole al pueblo si quería alza de pasajes" [V.].  Critiqué esa medida por demagógica y por la pésima pedagogía subyacente ("el medio es el mensaje"): presuponía que los precios son arbitrarios, productos del capricho, y no de una estructura de costos detrás.  Afortunadamente desistió, y subió cinco centavitos.

Nueve años después, es hora de aumentarlos nuevamente; porque, como insisto una y otra vez, es injusto pretender que un servicio permanezca igual, cuando por inflación hemos reducido lo que pagamos por él, a menos de la mitad de su precio original.